Con una sonrisa que iluminó las pantallas de los televisores alrededor del mundo, Kate Middleton contrajo matrimonio con el príncipe Guillermo, en una unión que promete revitalizar la monarquía británica.
Aunque sabían que su boda no era como cualquier otra y que miles de millones de personas observaban cada uno de sus movimientos, la pareja pareció lograr, por momentos, estar en su propio mundo privado, tanto en la Abadía de Westminster como en el balcón del Palacio de Buckingham.
Guillermo le habló en susurros a Kate, quien irradiaba alegría, cuando se comprometieron a una vida en común, luego de un sencillo, pero sentido "sí quiero".
El príncipe se sonrojó un poco en la antesala al esperado momento, pero tanto Guillermo como Kate recitaron sus votos sin titubear ante el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, primado de la Iglesia de Inglaterra.
Tras un paseo ceremonial por Londres, se dieron no sólo uno sino dos besos, dulces y un tanto tímidos, cuando aparecieron en el balcón del palacio. Poco después, una fila de aviones antiguos y modernos de la Fuerza Aérea británica sobrevoló la multitud.
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